HABILIDADES SOCIALES
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Podríamos definir las habilidades
sociales como conductas o destrezas sociales específicas que se hacen
necesarias a la hora de conocer y relacionarnos con otras personas. Estas habilidades no son innatas sino que se
aprenden a lo largo del proceso formativo a través de la experiencia propia, de
la observación de las experiencias de otras personas o también por medio de las
instrucciones o recomendaciones de otras personas.
En el trato diario que llevamos con nuestros semejantes, es frecuente la
presencia de conflictos que se derivan de divergencias en la forma de ver las
cosas. Esto ocurre, por ejemplo, cuando
tratamos de hacer prevalecer nuestros puntos de vista sin tomar en cuenta las
opiniones de los demás, porque creemos tener la razón. Naturalmente que esta forma de comportamiento
aleja cualquier posibilidad de entendimiento y desde luego, propicia
situaciones desagradables que pueden dar origen a graves problemas.
Si queremos evitar la presencia de tales situaciones, lo único que
tendremos que hacer es:
Permitir
que todos expongan con libertad sus opiniones.
Escuchar
con atención sus razonamientos antes de exteriorizar los nuestros.
Propiciar
el diálogo.
Crear
el ambiente propicio para llegar a conclusiones acertadas.
Es seguro que, escuchando a los demás, en muchas ocasiones nos veremos
obligados a modificar nuestros puntos de vista, pues tendremos que admitir que
las opiniones ajenas pueden ser tan buenas o mejores que las propias y que
otros pueden ser los que tengan la razón, con lo cual todos saldremos
beneficiados. Si los problemas ya
existen y es nuestro propósito resolverlos, lo primero que tendremos que hacer
será planear racionalmente la cuestión que les dio origen, llegando al fondo del
asunto en forma tal que podamos hacer una valoración real de las causas que los
produjeron. En forma honesta hacer el planteamiento: “¿Soy objetivo en mi
apreciación?”
Al hacernos esta pregunta debemos excluir toda posibilidad de
comportamiento emotivo. Si no lo hacemos, y actuamos con indecisión, si no
sabemos valorar la conducta ajena y si no estamos dispuestos a sacrificar
nuestros puntos personales de vista en la parte que debamos hacerlo, cualquier
solución que propongamos será desacertada.
Si admitimos el grado de responsabilidad que nos toca, animados por el
espíritu de solidaridad que debe regir nuestro comportamiento y analizamos las
causas que conducen a las personas a la práctica de actividades indebidas, es
muy posible que encontremos soluciones constructivas que les permitan
comportarse en forma que resulten útiles a la sociedad en la que viven. Claro
que no todos los problemas tienen fácil solución pero mucho ayudará tratar de
comprender los motivos que han permitido su presencia, para poder resolverlos.
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